Hashima.

Isaac Clemente
2 min readMar 3, 2020

Contar las palabras que uno escribe no da la medida de la calidad del trabajo, solamente del volumen. Desde luego, más trabajo debe redundar en una mejoría en algún momento. Aunque yo soy de los que piensa que leer es exactamente igual de importante que escribir, o más.

A la hora de aprender un idioma, lo primero que ha de hacerse es invertir mucho tiempo en las habilidades pasivas, primero escuchar y después leer. Muchas horas, muchos días, muchos meses. Luego puede empezarse con las activas: hablar y a escribir, así es como lo hacen los niños con su lengua nativa.

Con la escritura pasa un poco lo mismo. En este caso las habilidades pasivas serían leer y analizar lo leído. Hay que leer de todo, centrado si se quiere en el tema que a uno más le interesa y metiendo bastante teoría sobre tramas, construcción de personajes, estilo, sintaxis y cualquier cosa que nos ayude a mejorar el conocimiento técnico. Que son como las herramientas del mecánico.

Y luego escribir, y reescribir. Eliminar entre un diez y un veinte por ciento de lo que se haya escrito. Y corregir. Y corregir, corregir y corregir. Y luego corregir. Y después corregir. Y siempre, seguir leyendo.

El otoño pasado presente dos textos a un certamen al que tengo mucho cariño, el de relato histórico de Hislibris. Lo que lo hace especial es que los lectores critican los relatos. Se aprende una enormidad de cada uno de los comentarios. Es gente que también escribe y generalmente concursa.

Uno de los relatos habla de un joven inventado que pudo haber vivido en la isla japonesa de Hashima allá por el final de la década de los cincuenta. Hablé sobre la idea en la primera de las cartas que abría el blog, el nombre del protagonista fue Yoshio finalmente. El relato quedó primero en la votación popular y segundo en la definitiva del jurado. Se publicará en la próxima colección que saldrá en unos meses junto a los demás relatos que el jurado valoró como más meritorios.

El otro texto hablaba de Servilia. No es un relato tan redondo como el anterior, pero estaba muy trabajado. Tanto que llegó un momento en el que no era capaz de seguir corrigiendo, porque ya veía no solamente lo que estaba escrito sino también lo que había estado escrito. He aprendido más con los comentarios y la crítica a este texto que de los elogios al otro.

Y escribo estas letras para decir que estoy contento, y que pienso seguir tecleando para escribir, y para reescribir. Y para corregir, y corregir y volver a corregir. Porque escribir es leer y es corregir, no es otra cosa y nunca lo ha sido.

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